jueves, 6 de octubre de 2011

Mi inacabable Final...


"Han pasado quince largos años desde aquella noche en que huí para siempre de la ciudad de los malditos. Durante mucho tiempo la mía ha sido una existencia de ausencias, sin más nombre ni presencia que la de un extraño itinerante. He tenido cien nombres y otros tantos oficios, ninguno de ellos el mío. He desaparecido en ciudades infinitas y en aldeas tan pequeñas que nadie en ellas tenía ya pasado ni futuro. En ningún lugar me detuve más de lo necesario. Más bien temprano que tarde huía de nuevo, sin aviso, dejando apenas un par de libros viejos y ropas de segunda mano en habitaciones lúgubres donde el tiempo no tenía piedad y el recuerdo quemaba. No he tenido más memoria que la incertidumbre. Los años me enseñaron a vivir en el cuerpo de un extraño que no sabía si había cometido aquellos crímenes que aún podía oler en sus manos, si había perdido la razón y estaba condenado a vagar por el mundo en llamas que había soñado a cambio de unas monedas y la promesa de burlar una muerte que ahora le parecía la más dulce de las recompensas. Muchas veces me he preguntado si la bala que el inspector Grandes disparó sobre mi corazón atravesó las páginas de aquel libro, si fui yo quien murió en aquella cabina suspendida en el cielo.


En mis años de peregrinaje he visto cómo el infierno prometido en las páginas que escribí para el patrón cobraba vida a mi paso. Mil veces he huido de mi propia sombra, siempre mirando a mi espalda, siempre esperando encontrarla al doblar una esquina, al otro lado de la calle o al pie de mi lecho en las horas interminables que precedían al alba. Nunca he permitido que nadie me conociese el tiempo suficiente como para preguntarme por qué no envejecía nunca, por qué no se abrían líneas en mi rostro, por qué mi reflejo era el mismo que aquella noche que dejé a Isabella en el muelle de Barcelona y no un minuto más viejo.

Hubo un tiempo en que creí que había agotado todos los escondites del mundo. Estaba tan cansado de tener miedo, de vivir y morir de recuerdos, que me detuve allí donde acababa la tierra y empezaba un océano que, como yo, amanece cada día como el anterior, y me dejé caer.

Hoy hace un año que llegué a este lugar y recuperé mi nombre y mi oficio. Compré esta vieja cabaña sobre la playa, apenas un cobertizo que comparto con los libros que dejó el antiguo propietario y una máquina de escribir que me gusta creer que podría ser la misma con la que escribí cientos de páginas que nunca sabré si alguien recuerda. Desde mi ventana veo un pequeño muelle de madera que se adentra en el mar y, amarrado a su extremo, el bote que venía con la casa, apenas un esquife con el que a veces salgo a navegar hasta donde rompe el arrecife y la costa casi desaparece de la vista.

No había vuelto a escribir hasta que llegué aquí. La primera vez que deslicé una página en la máquina y posé las manos sobre el teclado, temí que iba a ser incapaz de componer una sola línea. Escribí las primeras páginas de esta historia durante mi primera noche en la cabaña de la playa. Escribí hasta el amanecer, como solía hacerlo años atrás, sin saber todavía para quién la estaba escribiendo. Durante el día caminaba por la playa o me sentaba en el muelle de madera frente a la cabaña -una pasarela entre el cielo y el mar-, a leer los montones de periódicos viejos que encontré en uno de los armarios. Sus páginas traían historias de la guerra, del mundo en llamas que había soñado para el patrón."


 Parte del epilogo de uno de mis libros predilectos, "El Juego Del Angel" ...Un libro que quiza sea mi existencia escrita...

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